La Aplanadora en Córdoba
- Brenda Petrone Veliz
- 13 nov 2021
- 4 Min. de lectura
Divididos se presentó en Quality Estadio con doble función en formato teatro, pero también en una dimensión paralela, rockera e improvisada por la gente.
Fotos: Lucas Matías
La noche y su belleza versión primavera. No se podía pedir mejor velada para ver a Divididos en vivo después de tanto tiempo. A pesar de que los músicos presentaron Cuerpito Limpio a Brillar (el show vía streaming donde lanzaron Insomnio y Cabalgata Deportiva) y Se me llenó de hojas el bulín (recital pregrabado más íntimo y acústico) para seguir estando cerca de la gente durante la pandemia, el presencial con los músicos en escena y la cultura del rock ahí mismo, no tenía precio.
Alrededor de casi una hora y media antes de que comenzara el recital, en las afueras del Quality ya se sentía esa energía tan propia de la previa Aplanadora. Esa sensación, como siempre pasa, era inexplicable. Algo así como cuando se graba una obra de teatro y se pierde toda su esencia detrás de la pantalla. Podes contarla, pero no es como vivirla.
Remeras en venta, originales y caseras, pero todas con frases, discos e imágenes fácilmente reconocibles. Al ingresar al lugar, la mayoría de la gente no se acomoda en sus asientos como de costumbre, sino que se queda parada, veía el merchandising oficial o se pedía una cerveza. Muchos de ellos no volverían al asiento comprado, sino que presenciarían el contexto en un campo improvisado, una situación que si bien se veía venir, no se esperaba con tanto cuórum.
El formato sentados para semejante banda es raro de asimilar, pero se entendía porque era un show reprogramado de mayo, donde el protocolo COVID era mucho más estricto. Aún así, esos seres manijas supieron como darle una vuelta de rosca interesante a la organización y entre varios armaron un campo paralelo sobre el pasillo de ingreso al Quality Espacio.
El arranque con todo
Una tribuna a lo alto se extendía desde la mitad hasta el final del Estadio. Lo que parecía ser sólo una gran tarima que sostenía al público, al apagarse las luces se volvió un bombo de aplausos muy ruidoso al estallarse contra los pies de la gente a un ritmo particular.

Al son de semejante estruendo, acompañado del típico "Escúchenlo, escúchenlo...", Ricardo Mollo salió a escena con una sonrisa tan grande como la figura que representa su ser en el mundo del rock nacional. Tras su paso, Diego Arnedo apareció entre bambalinas para tomar su bajo mostaza y finalmente Catriel Ciavarella tomó asiento en su inmensa batería elevada sobre el escenario.
Marcando la nueva era de la Aplanadora del Rock, Cabalgata Deportiva dio inicio a la jornada. En ese momento, muchas de las personas que estaban sentadas acapararon el pogo improvisado para disfrutar de la banda como ellos querían.
Casi Estatua encendió a una par de pies que dejaron el suelo en un salto de victoria hacia el cielo, acompañados de muchas manos suspendidas en el aire. Las remeras inundaban la marea negra del campo mientras las canciones se sucedían una tras otra casi sin pausas. Así Tanto anteojo, Elefantes en Europa y El Fantasio colaron los solos icónicos de los tres músicos con el coro de la gente y las luces rojas, blancas y azules del escenario.
Un enorme telón de fondo cubierto de flores blancas que parecían manchas de pintura resguardaban el background de Divididos. Para cuando la banda tocó Nene de Antes, la primera y segunda fila ya estaba saltando a centímetros de la escena. Cuando estaban por sonar los últimos estribillos, la gente redobló la apuesta y cantó a capella uno de ellos completo. La pantalla que enfocaba a los artistas evidenció la emoción de Mollo y Arnedo ante el show que su público les estaba entregando.
Los covers de Tengo y Salgan al sol trajeron a los espíritus de Sandro y Billy Bond para que presenciaran desde el cosmos, una vez más, el power de sus canciones, vivas y revividas año tras año.
Un recital dentro de un recital
Llegando a la mitad del show, la banda se retiró y los plomos armaron como un recital dentro del recital, algo así como un paréntesis dentro del evento principal. A nuestra sorpresa, una batería más pequeña, una alfombra y un velador de luz cálida fueron los elementos que sobresalieron antes del regreso de sus actores.
Minutos después, los músicos tomaron su lugar y Mollo tocó un pedacito de Sisters. El momento acústico y de zapadas había comenzado. La pantalla led enfocaba un primerísimo primer plano del cantante y sus rasgos faciales eran en sí una obra maestra porque en el momento en que se emocionó tocando Vida de topos, ese detalle en cámara produjo un dominó de aplausos y gritos que saltaron desde el corazón hasta sus lágrimas de cocodrilo.

Ese íntimo fue tan especial que coronó la noche. No porque el resto de los temas fueran menos, sino porque sobre el escenario se estaba dando una faceta de Divididos que no veíamos desde su disco/DVD Vivo acá y que retomaron en el streaming de Se me llenó de hojas el bulín. Fue un momento de calma, improvisación ensayada y juego lúdico que tocaba a la Aplanadora desde la emoción y la perfección. El placer que generó ver eso fue el destaque del recital del viernes por la noche.
Después por supuesto que Divididos volvió al ruedo con todo el power y generó esa felicidad anárquica propia de los años con canciones como Salir a comprar y Sábado. La noche cedió paso a esa misa rockera que extrañábamos vivir y que ahora sólo nos cuesta repetir el año que viene en una nueva edición del Cosquín Rock.
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